Atienza tuvo desde la mitad de la tercera centuria un convento de frailes franciscanos que vivieron en precarias condiciones. A finales del siglo XIV, la señora de la villa, que por entonces era doña Catalina de Lancaster, esposa del rey Enrique III de Trastamara, construyó a sus expensas un nuevo edificio conventual, acometiendo también las obras de una nueva iglesia que quedó sin concluir, con un rico ábside del «gótico inglés» y terminaron la nave con sus capillas en el XVI. En 1507, siendo regente de Castilla fray Francisco Ximénez de Cisneros, fue declarado Real Convento. Felipe II, en 1592, a su regreso de un viaje a Tarragona, se alojó en él. Lo mismo hizo su hijo Felipe III pocos años después, también su nieto Felipe IV visitó convento y reliquias en 1660. En 1706 , Felipe V volvió a visitarlo. Saqueado e incendiado por las tropas francesas en enero de 1811, acabó en manos particulares con la desamortización. Fue después almacén de grano de una fábrica de harinas y finalmente abandonado. Poco a poco, a lo largo de los siglos XIX y XX, había ido perdiendo elementos, salas, iglesia, enterramientos y todo lo que le hizo floreciente y visitado en la Edad Media y el Renacimiento.
Conserva restos del claustro, parte de una galería y un bello ábside gótico inglés al que se ha adosado un edificio de moderna construcción. El ábside ofrece planta semicircular y muros de sillar oscuro separados por contrafuertes. Los ventanales del ábside son altos, con arco muy apuntado. Cada ventana tiene dos columnas a cada lado que acaban, con un capitel con decoración sobre motivos vegetales. En estas columnas y capiteles se apoyan los arcos apuntados. Entre cada ventana hay un contramuro de gran altura.
Sin protección específica
Ruinas. Sólo queda el ábside de la iglesia.
Ruina progresiva por abandono. Riesgo de derrumbe y pérdida total por un peligroso proceso de separación de las piedras altas de los arcos, de tal modo que pronto pueden empezar a desprenderse, arrastrando enseguida a las contiguas.