Tras la fundación de la ciudad de Badajoz en el siglo IX, y durante varios siglos después, la población pacense se abasteció del agua del río Guadiana, junto a cuya vega se había elevado la localidad, así como de pozos y aljibes cavados dentro del casco urbano para recogida de agua de lluvia. Sin embargo, las variaciones de nivel del caudal del río, así como el enlodado de su cauce en épocas de crecidas y riadas, sin olvidar la progresiva contaminación de las aguas por el mal uso ejercido por los humanos sobre las mismas, conllevó la necesidad de establecer fuentes alternativas y públicas de las que el pueblo pudiera obtener gratuitamente agua potable. Para ello, se utilizaron los veneros o manantiales cercanos a la ciudad, nutridos de las aguas fluviales que brotaban cerca de los lechos tanto del propio río Guadiana, como de dos de sus afluentes cuyas desembocaduras que ubican a las puertas de Badajoz: el arroyo Rivillas, y el río Gévora.
Entre ellas se contaban las desaparecidas Fuentes de Mafra y de Rivillas, así como la recién restaurada Fuente de las Ranas, o la olvidada Fuente Caballeros.
Junto a la rivera del río Gévora, poco antes de que éste desembocase en el río Guadiana, a poca distancia del Cerro de la Muela y la Alcazaba de Badajoz, los habitantes de la ciudad podían abastecerse del agua potable surtida de dos fuentes basadas sobre veneros manantiales de tal afluente, ubicados en el margen derecho del río, junto al antiguo camino de San Vicente o de Cáceres. La primera de ellas era conocida como Fuente Nueva, desaparecida tras la construcción del Molino de los Ayala. La segunda, a poca distancia de la anterior pero considerada la más alejada del casco urbano de todas aquellas que abastecían públicamente a la ciudad, era la Fuente de Cuadrejones.
Se desconoce su fecha de construcción, aunque los primeros datos se remontan a la primera mitad del siglo XVII. Su existencia a comienzos del siglo XVIII se ve avalada por las crónicas militares que describen el sitio de Badajoz, de octubre de 1705, durante la Guerra de Sucesión, cuando junto al manantial se alojaron las tropas borbónicas que acudieron al rescate de la ciudad caída en manos portuguesas. Con la llegada a finales del siglo XIX del agua corriente al interior de la ciudad, las fuentes ubicadas extramuros serán menos visitadas, hasta caer, durante la segunda mitad del siglo XX, en el abandono y el olvido. La Fuente de Cuadrejones se mantendrá desde entonces en desuso, desecado su interior, utilizado hoy en día como vertedero.
Sus aguas, finas y limpias, eran junto a las de la Fuente de la Rana las más apreciadas por la ciudadanía, que no dudaba en pagar un precio más alto a los aguadores que hasta el centro de la localidad repartían las aguas de allí traídas.
A pesar de su abandono, conserva íntegramente su estructura de planta cuadrangular, de tres metros de lado aproximadamente, con fábrica en simbiosis de ladrillo y mampostería pizarrosa, cubierta con bóveda de arista que, en su interior, luce nervadura enladrillada donde sobresale una clave granítica. De granito son también los sillares sobre los que se asienta el inmueble, así como los bloques que empequeñecen la entrada al enclave, que mira al río, dotada originalmente de un amplio arco escarzano. En el interior subsisten restos del enlucido que cubría las paredes, protegiéndolas de la humedad y acción del agua manada.
Sin protección específica
Monumento en completo abandono y desuso; el inmueble permanece engullido por la vegetación y maleza, creciendo junto al mismo intrincados zarzales y un gran ejemplar de eucalipto; su interior, desecado, es utilizado como vertedero.
Deterioro progresivo hasta la posible desaparición paulatina debido a la acción devastadora de la vegetación; desprotección absoluta frente al vandalismo.
Enlaces
Antiguas fuentes públicas de abastecimiento de Cáceres y Badajoz. Caminos de Cultura.