Los estudios arqueológicos constatan la presencia de un importante poblamiento visigodo en sus inmediaciones, formado por pequeños asentamientos rurales de base cerealista y ganadera. El castillo fortaleza fue levantado por los musulmanes sobre el primitivo recinto ibero-romano en el siglo IX y en 1170 los almohades controlaban el castillo. Después de la Batalla de las Navas de Tolosa y la masacre realizada por los cristianos en Vilches los almohades reforzaron el castillo de Giribaile con defensas de tapial y argamasa. En 1227 el castillo fue entregado a Fernando III el Santo por Acet-Abe-Mohamed.
Fue ocupado por la Orden de Calatrava después de ser entregado a la ciudad de Baeza por Alfonso X en 1274. En 1292, Sancho IV lo entregó al juez de Baeza don Gil Bayle de Cabrera, de quién tomó el nombre, junto con las tierras entre el Guadalimar y el Guadalén. Desde su posición domina el camino real que va hacia Toledo que discurre a sus pies. Quedan restos de una necrópolis árabe a las faldas del castillo.
El castillo tiene planta irregular. Hoy apenas si quedan vestigios de la fortaleza: la torre central en tapial, parte del muro defensivo construido en tapial de argamasa, algún otro torreón macizo de mampostería irregular y mortero de mezcla y el llamado Puente de los Moros, que se corresponde con una de las puertas de la fortaleza. En el interior del castillo se conservan los restos de un pequeño aljibe cubierto con bóveda de cañón. Destaca una sólida torre de 7,45 m de fachada y 6,20 de lado, que albergaba en su interior tres plantas y engloba otra islámica más antigua. Su finalización ha desaparecido, pero debía ser almenada. La segunda torre también muestra una compleja superposición de estructuras, que denotan la reutilización continuada de elementos. Entre las dos se conserva un espacio de aproximadamente dos metros de anchura, que formaría una pequeña barbacana. La parte más antigua corresponde a un podium de mampostería regular, sobre el que se erigió una torre cuadrada, que finalmente fue revestida con gruesos muros de tapial de argamasa.
BIC
Ruinas abandonadas. Quedan dos torreones rectangulares, lienzos de muralla y un aljibe con bóveda de cañón.
Deterioro progresivo hasta su total ruina.
Bibliografía:
VALDECANTOS DEMA, R. Castillos de Jaén: Descubre el pasado de una tierra fronteriza. El olivo, colección aldaba, 1998.
OLIVARES BARRAGÁN, F. Castillos de la provincia de Jaén. C.S.I.C. Jaén, 1992.