Su origen se remonta, probablemente, al siglo XII, en tiempos de la repoblación de Fernando II, que dio fuero a la villa en 1179. Con el tiempo, la villa fue señorío de la Orden del Temple hasta su supresión en 1312. En la documentación se cita el castillo de piedra, fortaleza de los templarios. En 1312 la villa pasó a manos de la Corona, hasta pocos años después, cuando en 1341 Alfonso XI otorgó a Juan Alfonso de Benavides los lugares, vasallos y heredades de la Orden del Temple en estos lugares. En 1369 la villa fue entregada por Enrique II a Arnao de Solier, por cuya hija, casada con Juan Velasco, pasó a la familia de los Condestables de Castilla. En la Guerra de las Comunidades, el castillo fue incendiado. Sobre sus ruinas, el condestable don Iñigo levantó un palacio. En el siglo XVI fue reformado.
Sus muros estuvieron rodeados por un foso, hoy ya muy colmatado. Se conservan dos lienzos, con muros de 2,80 m. de espesor, de fábrica de cal y canto. En un ángulo sobresale un cubo de sillería pequeña. En el interior se distribuía en varios pisos, que pueden adivinarse todavía, por las filas de vanos o ventanas. Sobre el cubo se construyó en el siglo XX un depósito de agua y junto a sus muros se levantó una vivienda.
BIC
Restos en ruina progresiva.
Degradación progresiva has su total pérdida.