En el siglo XVI existían en la zona varias ermitas: las Nieves, San Andrés, Rosario de Aznar y Santa María, de las cuales solo tres, Romeral, Aznar y Fuensanta, perduran al entrar el siglo XIX. Siendo la de Fuensanta la de mayor interés. Grandallana la sitúa «escondida entre espeso monte y verdes olivares». El espeso monte pasó a la historia, pero no así el olivar. Parece ser que la Ermita se levantó sobre un manantial de aguas a las que se les atribuían efectos beneficiosos frente a la peste y la sarna con mejores resultados curativos que la escrofularia o hierba de San Pedro. Es en este lugar donde la tradición indica que San Leandro escondió la imagen de una Virgen, enviada por el Papa Gregorio Magno, y que posteriormente se trasladó a Santa María la Blanca de Sevilla. Noticia importante del año 1.590 y obtenida de antiguos documentos (1.687) indica que los Nazarenos, cuya fundación se fecha en 1.564, se acogieron a aquella ermita, reedificada por Gregorio Solano en 1.647, hasta trasladarse a San Juan de Letrán.
Se trata de una construcción de mampostería de una sola nave. En origen presentaba tres bóvedas vaídas, de las que solo quedan dos en pie, faltando la tercera que se situaba en el antiguo presbiterio.
Sin protección específica
El edificio presenta ruina y peligro de desplome, además numerosos arbustos horadan con sus raíces los paramentos y cubierta la de misma. Actualmente se utiliza como almacén de aperos de labranza, lo cual deteriora aún más su estado.
Riesgo alto de ruina por abandono.