La minería del hierro en Bizkaia gozó de gran importancia a partir de la segunda mitad del siglo XIX, debido al interés que mostró la siderurgia europea por el excelente mineral de hierro vizcaíno. La explotación a gran escala fue tal, que a finales del siglo XIX el agotamiento de los minerales más preciados era una realidad, obligando a las empresas mineras a calcinar el carbonato de hierro en los hornos de calcinación. Durante casi un siglo no cesó la construcción de los citados hornos, que fueron evolucionando en forma, dimensión y material, al mismo tiempo que se adaptaban a los nuevos recursos tecnológicos y optimizaban el proceso de calcinación.
Los hornos de calcinación de la mina Catalina del Coto Minero Sarachaga de Sopuerta con su estructura troncocónica de ladrillo con chimenea y tolva de descarga, engloban todos los avances tecnológicos que sufrieron estas estructuras mineras durante sus años de construcción, representando a la última etapa constructiva de los hornos de calcinación vizcaínos a finales del siglo XX.
Los hornos de calcinación de la mina Catalina del Coto Minero Sarachaga de Sopuerta fueron construidos en 1956 y 1961 estando activos hasta 1972. Para su construcción se tomó como referencia el horno de la mina San Luis de Bilbao, que fue construido en 1935 con una estructura troncocónica de ladrillo con chimenea superior y tolva de descarga inferior. La base cilíndrica de mampostería de piedra tiene 10 m de diámetro y 4 m de altura, y es donde se encontraba la tolva que permitía descargar el mineral de una manera más eficiente sin tener que utilizar las seis puertas existentes. El cuerpo de los hornos está ejecutado con una estructura troncocónica de ladrillo de 11,40 m de altura con un espesor de 2,25 m en la parte inferior y de 1,15 m en la superior. Además, este volumen está dividido en 12 niveles en los que todavía se encuentran los anillos metálicos de refuerzo. En el interior, la cuba cuenta con 4,50 m de diámetro en la base y 3,30 m en el tragante, y está revestida con una camisa de ladrillo refractario que aún se conserva. La chimenea, en este caso de ladrillo visto, también es troncocónica y alcanza los 7,60 m de altura.
Catalogados en el Inventario de Bienes del Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco (Fichas 99-99.7), y en la posterior publicación de Patrimonio Industrial en el País Vasco.. Aparece con categoría de Patrimonio Histórico-Artístico y Arquitectónico reflejada en las Normas Subsidiarias de Sopuerta.
Los hornos de calcinación de la mina Catalina llevan casi cinco décadas en desuso. Que la actividad de la mina Catalina se haya prolongado hasta inicios del siglo XXI, ha beneficiado a estas estructuras mineras, ya que ha impedido que se encuentren expuestas al expolio, llegando a nuestros días en un estado de conservación fuera de lo habitual, conservando en su totalidad el volumen original, los elementos metálicos y las pasarelas de carga suspendidas. Aun así, el deterioro de estas estructuras mineras es realmente preocupante, existiendo la posibilidad de que comiencen a desprenderse zonas tanto de las chimeneas, como del cuerpo troncocónico, que están comenzando a resquebrajarse. Por otro lado, estos hornos de calcinación se encuentran ubicados en una parcela rústica privada de libre acceso, situación que ha empezado a perjudicarlos, debido a las diversas pintadas que han aparecido en la fábrica de ladrillo de los mismos.
Los hornos de calcinación de carbonatos de hierro han formado parte de la minería vizcaína desde finales del siglo XIX hasta finales del XX, convirtiéndose en una estructura de obligada construcción en la gran mayoría de las concesiones mineras de Bizkaia. Esto significa que la construcción de estas estructuras estuvo estrechamente ligada a la evolución que sufrió la cuenca minera vizcaína durante las décadas que estuvo activa. Esta evolución histórica y constructiva puede verse representada a través de los hornos de calcinación que aún se conservan en la geografía vizcaína, lo que los convierte en un valioso patrimonio industrial que corre peligro de desaparecer y debería ser indudablemente preservado.
Los hornos de calcinación de la mina Catalina recogen el resultado de casi un siglo de construcción de los hornos de calcinación en Bizkaia. Por lo tanto, puede afirmarse que estas estructuras mineras representan la última etapa constructiva de los hornos de calcinación vizcaínos, lo que los convierte en parte indiscutible del patrimonio industrial vizcaíno que debe ser indudablemente preservado.