En la parte más alta del llamado Valle del Infierno, a caballo entre los términos de Tendilla y Peñalver, se encuentran hoy situadas las ruinas evocadoras del convento franciscano de la Salceda, de traza renacentista. Según la tradición, en este lugar se apareció la virgen a dos caballeros de la Orden de San Juan, sobre las ramas de un sauce, en ocasión de una tormenta. En torno a la ermita construida con ese motivo, el fraile Pedro de Villacreces comenzó un monasterio en 1366. A finales del siglo XV, vistió el pardo sayal en La Salceda Gonzalo Ximénez de Cisneros, quien luego sería regente de la monarquía y arzobispo toledano. Otros famosos frailes que allí habitaron fueron fray Diego de Alcalá, famoso por sus milagros, canonizado luego; el francés fray Julián de San Agustín, portentoso en sus penitencias; fray Juan de Tolosa, que un tiempo fue confesor de la reina Isabel la Católica; y fray Pedro González de Mendoza, el hijo de la princesa de Eboli, que aquí profesó también de fraile menor, y alcanzó luego la gloria y la riqueza como obispo de Sigüenza y arzobispo de Granada que construiría a su costa la famosa capilla de las Reliquias. A lo largo de los siglos XVI y XVII el convento cobró fama, allegó caudales y se remozó en sus construcciones hasta alcanzar a tener un edificio complejo, rico y curioso. El mismo rey Felipe III, -devoto de monjas y de conventos-, acudió en 1604 con su esposa la reina Margarita a orar ante la Virgen de la Salceda, residiendo unos días en el cenobio. Fue incendiado en 1827 y desamortizado en 1835.Tras las Desamortización de Mendizábal, los frailes se dispersaron, sus pertenencias fueron robadas o malvendidas, y el edificio aprovechado íntegramente por su comprador (Antonio Barbé, de Guadalajara, en 1843) para desguace y venta de materiales. De lo poco que quedó, se bajó a Tendilla la imagen de la Virgen de la Salceda, y las piedras de la portada de la iglesia, que totalmente desfigurada se puso como marco de entrada a un bar de la Calle Mayor. Otros cuadros se trasladaron a la iglesia de Budia y al futuro Museo Provincial quedaron asignados algunos lienzos.
El monasterio propiamente dicho estaba formado por la iglesia, que desde un punto de vista arquitectónico podía incluirse dentro del estilo manierista ó clasicismo escurialense propio de los años finales del siglo XVI. Su diseñador y director pudiera haber sido uno de los arquitectos escuarialenses, Juan García de Alvarado, residente en esa época en Tendilla, ó Juan de la Pedrosa, maestro de obras de las que el arzobispo González de Mendoza realizó en los ámbitos que de él dependían. El autor de la mejor historia de este monasterio, fray Pedro González de Mendoza, nos dejó esta descripción de su portada: rematando en punta, una bola de piedra que della penden y baxan dos cartelas hasta el frisso y bajo ellas embevida a cada lado una campana donde las cartelas rematan con bolas y fajas de piedra y en lo alto dellas y en el espacio que dexan se forma un relox circular y entre las campanas y la ventana que da luz al coro con jambas y dinteles en conformidad con lo demás. Una típica portada, como se entiende, de corte manierista. El altar mayor era verdaderamente grandioso y llamativo. Se accedía a él a través de tres gradas y un arco triunfal, cuyo centro estaba ocupado por un sauce esculpido cuyas ramas alojaban muchos ángeles. En lo alto, aparecía un lienzo con la figura de la Asunción y la custodia de la Virgen con las joyas -donadas por las señoras de la casa de Pastrana- constituyendo el principal punto de referencia del edificio. Otro de los grandes edificios de este convento de la Salceda, del que hoy quedan las más expresivas ruinas, era la Capilla de las Reliquias, situada al mediodía de la iglesia y mandada construir por Fray Pedro González de Mendoza para colocar en ella todas las reliquias que consiguió atesorar. Las paredes de este edificio estaban revestidas de azulejos en su parte inferior, alzándose luego hasta la cornisa una serie numerosa de nichos donde se albergaban las reliquias. Un altar de compleja factura manierista completaba el conjunto, cubierto de amplia cúpula hemiesférica de subidos adornos dorados. De todo aquel conjunto solo quedan hoy algunos desmochados paredones, restos de las murallas del espacio conventual, y alzada a gran altura la capilla de las Reliquias, auténtica joya de la arquitectura renacentista clasicista de la primera mitad del siglo XVII.
Sin protección específica
Restos en ruina avanzada.
Pérdida total por abandono.