Se tiene conocimiento de este monasterio desde el año 1399 cuando don Francisco Rodríguez de Villalobos, señor de Gata, autoriza a vivir en este lugar al ermitaño Alfonso Rodríguez de Ciudad Rodrigo. Reinaba entonces Enrique III de Castilla y León, llamado el Doliente. La edificación actual data de la segunda mitad del siglo XVI, cuando se renovaron con ayuda de Felipe II y de la Orden de Alcántara la iglesia conventual, cubierta con bóvedas de crucería en la cabecera, y el claustro.
En su altar mayor, cubierto con azulejos, estuvieron las tallas de Nuestra Señora de Monteceli, «es de mármol blanco, de treinta centímetros de altura, y tiene en el brazo izquierdo a su Divino Hijo, y en la mano derecha una paloma. Atendido lo enjuto de sus formas, y el rígido plegado de sus ropas, puede suponérsela anterior al Renacimiento”, así como imágenes de San Francisco y San Pedro de Alcántara. Estas imágenes están repartidas en diferentes edificios religiosos de la zona. Era notable su sillería tallada, desaparecida por un incendio provocado por una partida de carabineros.
La comunidad contaba con un molino harinero. En un acta del Ayuntamiento de 1839 se explica que «el edificio del convento se halla en un estado deplorable, causado por la extracción de teja, puertas, cerraduras, rejas y candados, y por dormir el ganado en las celdas». Su notable sillería tallada, desapareció en un incendio provocado por una partida de carabineros. A estos despojos se unió la sed de riquezas de quienes soñaban con los tesoros que se decía habían dejado ocultos los frailes, por lo que para buscarlos utilizaron la piqueta y hasta la pólvora.
El monasterio estaba formado por una iglesia, con una bóveda de cantería, así como celdas y dependencias bien ordenadas y construidas. El templo es de planta rectangular, de mampostería reforzada en sillería. En el interior permanece aunque muy deteriorada la bóveda de crucería con terceletes del ábside. En el exterior se observan dos capillas, a las cuales iba a parar el Vía Crucis que recorría el frondoso alcornocal. Paseando entre sus ruinas, se pueden descubrir piedras labradas, dibujos geométricos, pilas, arcos, contrafuertes y así imaginar su distribución: La Iglesia orientada Este/Oeste, el claustro al Sur, el dormitorio de los monjes al Este, el comedor al Sur, y las cocinas y estancias auxiliares al Oeste
Sin protección específica
Abandonado y en ruina. Cubierto por vegetación invasora. Se mantiene en pie parte del templo, así como un pequeño claustro adosado a la iglesia, dotado de arquerías de medio punto.
Pérdida total del edificio por el abandono y la acción de la vegetación, con desgaste continuado de sus muros por las inclemencias del tiempo.