El Puente Mayor o Puente de Piedra de la ciudad de Toro es un elemento de vital importancia para entender el destino y el devenir histórico de la villa a lo largo del tiempo. Su importancia viene dictaminada por la importancia del propio río Duero, que llega a Toro atravesando la vega para, en apariencia, enfrentarse frontalmente a la ciudad desde el sur y dibujar un perfecto ángulo recto para abrazar a la ciudad y ofrecerle un elemento defensivo más para añadirlo a su ya privilegiada situación elevada sobre el amplio valle fértil.
Del origen del puente existió gran controversia en los anales historiográficos ya que desde antiguo se atribuía su construcción a los romanos. Parece incierta tal afirmación y sus orígenes estarían más ligados a la época de repoblación de la villa en época de García I, al igual que la fortaleza y las murallas. Aun así, la obra hoy conservada responde a modelos del románico tardío, configurándose su forma actual entre la última década del siglo XII y los primeros años del siglo XIII.
El puente en cuestión, junto con los de Simancas y Zamora, eran los únicos existentes sobre el Duero en su tramo medio y de ahí su importancia en el desarrollo de la ciudad ya que se convirtió en paso obligado de viajeros y mercancías.
Una vez consolidada la estructura original, son varias veces a lo largo de los siglos los que el puente recibe reparaciones de mejora y reconstrucciones. Destacan las encomendadas al afamado arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón en el año 1564. También el maestro Villafaña lo repara en 1698. Otro gran cantero como fue Valentín Antonio de Mazarrasa participa en el puente entre 1714 y 1717. En la Guerra de la Independencia se voló uno de los pilares centrales, estando habilitado el paso durante medio siglo por una estructura de madera, hasta que, bajo la promoción del ministro de Fomento Claudio Moyano, pudo ser reconstruido. Las últimas actuaciones reseñables datan de 1921.
En las Cortes de 1397, se acordó conceder a Toro la recaudación de un impuesto denominado la meaja, por tratarse de un recargo de valor sobre las ventas y cambios que se hiciesen en la Tierra, con destino, entre otras cosas, a la manutención y reparación del puente y las murallas. Dentro de su papel histórico cabe destacar su importancia en la guerra civil castellana desatada tras la muerte de Enrique IV.
Su estructura responde a la tipología común de puentes en esa época. Su orientación norte-sur lo hace más defendible. Posee en su estructura original 19 arcos doblados y apuntados, que calan las pilas a la usanza romana, y cornisas de rudos canes debajo de los pretiles, entre tajamares escalonados de cal y canto enchapados de sillares. Del lado de la ciudad, confluían en él los paredones de la primera muralla que, desde el Alcázar, descendían por el barranco con el fin de proteger la ciudad. Al sur se alzaba otra torre sobre el macizo que separa el tramo de diecinueve arcos con el anexo denominado comúnmente como “los Cinco Pilares”. Esta torre alojó una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de la Buena Guía, cuya talla quizá corresponda a la venerada en la próxima ermita de Santa María de la Vega. Las últimas noticias de esta torre son de época de Felipe V, cuando se reparó y fortificó, desapareciendo finalmente en el siglo XIX. Seguido a la extensión de los “Cinco Pilares”, ya posterior a 1545, se encuentra la “bardada”, un rudo muro de contención que se extiende más de 600 metros a orillas del río, justificado seguramente en la mutación del cauce del río que se cita en la Crónica de Ayala sobre Pedro I.
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El estado de conservación del puente es lamentable, dando un aspecto de ruina preocupante y desamparada. Lleno de pegotes y remiendos como consecuencia de hundimientos y erosión del suelo. La fábrica se encuentra amenazada por la erosión, favorecida por el crecimiento de maleza sin control, que lo socava poco apoco. Muchas partes del puente se encuentran fragmentadas y casi la mitad de su muro perimetral se encuentra desaparecido, fruto de la barbarie y el robo y también de la caída de los bloques al lecho del río. En la base del puente crecen grandes árboles con el correspondiente daño a pilares y cimientos. En las épocas de crecida la zona de los Cinco Pilares se ve siempre amenazada porque el agua llega casi a sobrepasar la luz de los arcos apuntados con el problema de cargas que eso conlleva.
Al igual que el puente, su entorno sufre una importante degradación paisajística con grandes problemas de encauzamiento del agua, formándose habitualmente masas de agua estancada o brotando grandes arenales en el centro del cauce. Las riberas están descuidadas y la maleza se acumula, reteniendo suciedad y barro.
En marzo de 2017 comenzaron las obras de consolidación y restauración del puente. Han consistido en la fijación de sillares, y colocación de nuevos, recuperación de los arcos, algunos en muy mal estado y bóvedas. La última intervención, para la recuperación del tablero superior se ha visto interrumpida por la aparición de restos de un pavimento enlosado del S.XIII y vestigios de una antigua torre. Por este motivo el proyecto de restauración inicial ha sido modificado.
Los riesgos a los que está expuesto el Puente Mayor de Toro son varios:
-Erosión y pérdida de los elementos estructurales y arquitectónicos.
-Fragmentación de paramentos.
-Rotura de elementos arquitectónicos.
-Humedades y acumulación de maleza.
-Desaparición total de sus escasos elementos decorativos.
-Desaparición de identidad histórica del lugar.
2018
Las obras del puente de piedra descubren los vestigios de una torre desaparecida. La Opinión de Zamora, 7 de diciembre.
Modificado el proyecto del Puente Mayor para incorporar un enlosado del siglo XVIII. La Opinión de Zamora, 3 de octubre.
Luz verde a la restauración del puente de Toro y apertura de un lucillo en la Catedral. La Opinión, el correo de Zamora, 02 de febrero.
2017
Patrimonio autoriza la incorporación de pavimentos históricos en el Puente Mayor de Toro. Zamora 24 horas, 7 de noviembre.