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Silos de la Atalaya

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PATRIMONIO CIVIL, Arquitectura Vernácula

Información general

Historia:

En el casco urbano de Villacañas el silo era el tipo de vivienda más numerosa, de modo que el complejo que nos ocupa pudo suponer la adaptación de la arquitectura vernácula, propia de la vivienda habitual urbana, a las necesidades agrícolas; aunque también se pudo dar el proceso contrario, pues se especula que fue en el campo donde surgió esta vivienda subterránea.

Aunque algunos investigadores remontan sus orígenes a los íberos, los primeros escritos de entidad que atestiguan la existencia de los silos campestres son el Diccionario de Madoz (1845-1850) y, anteriormente, el catastro de Ensenada (1752), el cual habla de estos complejos de la siguiente manera: «solo sirven para abrigo de labradores y ganado en el tiempo de cultivo de tierras y recolección de frutos, sin que a sus dueños se les siga otra utilidad que la inmediación de las posesiones que las circunda».

En el modelo poblacional de la Mancha son frecuentes los términos municipales extensos, con gran alfoz, lo que supone largos desplazamientos de campesinos desde el núcleo urbano al campo de trabajo. Esta característica espacial fomentó la proliferación de majadas, para estabular el ganado, y las quinterías para jornaleros agrícolas, llamadas así por la frecuente estancia de cinco noches. En ambos casos estas edificaciones no constituían un hábitat denso y continuado, sino que se encontraban dispersos por las parcelas de los pequeños agricultores, con la excepción, en Villacañas, del caso que nos ocupa y de El Calaminar, una aldea con viviendas no subterráneas, de origen pre-romano y actualmente en ruinas. Los silos de la Atalaya pudieron ser encargados por una “casa grande”, un terrateniente que buscaba ofrecer facilidades a sus jornaleros, los cuales se levantaban al alba para trabajar la tierra durante el día hasta el anochecer. Al finalizar la jornada se recogían en los silos para descansar y se reunían para comentar la jornada de trabajo, contar y compartir noticias, anécdotas, bromas y chascarrillos, también para contar historias o entonar canciones típicas. Todo ello creaba importantes lazos y vínculos de amistad.

En 1959 había 1.700 silos de un total de 3200 viviendas, en 1999 eran 45 y actualmente el número no llegará a los 20. La mayoría de los silos están en ruinas y se presupone su desaparición, la excepción es el museo etnográfico que exhibe un conjunto. Los silos musealizados cuentan con categoría de Bien de Interés Cultural.

Descripción:

El conjunto está situado en un paraje de interés arqueológico, donde se han encontrado restos íberos, romanos, visigodos y medievales. En concreto, se halla en la parte baja del cerro de la Atalaya, pues se buscaban lugares ricos en arcillas, secos y elevados para prevenirse de inundaciones. El complejo consta en total de trece silos. Los silos son viviendas subterráneas -su uso en este caso no se limitaba al almacenamiento-, excavadas en la horizontalidad del terreno. Son construcciones únicas en el mundo, presentes en La Guardia, Quero, Santa Cruz de la Zarza, Villatobas, Seseña, Madridejos y Villacañas, siendo en este último pueblo donde fueron más numerosos y se conservan en mayor número a día de hoy.

Al silo se accede por una rampa, llamada caña, ocasionalmente con dos o tres tramos, al final de los cuales se encuentra, frontalmente, la entrada principal, y, en los laterales, el pozo y el acceso a la cuadra. La planta de los silos es diversa, especialmente lo que se refiere al tamaño y distribución de las estancias, pero se puede apreciar un modelo recurrente con ejes que parten del vestíbulo, desde el que se accede a tres áreas bien diferenciadas: los dormitorios, las salas de labores, almacenaje y establos y la saleta de recepción. Normalmente, las dos primeras se situaban a izquierda o derecha, indistintamente, mientras que la última se situaba de frente y recibía el nombre de «la cocina maja» o «sala de respeto».

Existen ciertas diferencias entre los silos de campo y los urbanos. En primer lugar, los campestres tenían una planta mucho más sencilla: los espacios de almacenamiento son mínimos y no suele haber distribuidor, sino una sala con el hogar para cocinar que está junto al espacio de descanso -simples poyos realizadas sobre la propia roca o de argamasa, a los lados del fuego-. En estos silos las cuadras cobran protagonismo -en algunos cabían hasta veinte mulas-, de tal manera que la separación entre los espacios para animales y humanos puede llegar a resulta más difusa.

Se caracterizan además por una mayor rusticidad en sus acabados y elementos decorativos. En esta línea, a los silos campestres se les dedicaba un mantenimiento mucho más somero, especialmente en el jalbegue -consistente esencialmente en el encalado de los muros-, y se suele prescindir de “la peineta”, una especie de frontón sobre la bóveda de cañón que cubre el último tramo de la caña. En último lugar, el pavimento de la rampa de acceso y el de las estancias internas en general, suele ser de tierra apisonada, no de guijarros. El cemento, las baldosas y otras novedades constructivas no llegaron a los silos campestres, como sí lo hicieron a los urbanos, de modo que el complejo de la Atalaya no es solo el más grande de los silos supervivientes, sino que es el más fiel a sus características primigenias. Cierra el silo una única puerta de gruesa carpintería, para la que era frecuente reutilizar trillos fuera de servicio.

Grado de protección legal:

En el Catálogo de Bienes Protegidos Municipal está inscrito el espacio por su valor arqueológico, no los silos en sí.

Estado de conservación:

En el casco urbano los silos han desaparecido prácticamente en su totalidad por la siguientes causas: la rápida pujanza económica experimentada en las últimas décadas, su costoso mantenimiento, las evidentes deficiencias de confort -principalmente luminosidad y ventilación, no tanto aclimatación- y la estigmatización de sus habitantes, “los sileros”, como marginados depauperados.

Respecto a los silos campestres, con la mecanización del campo, las tareas agrícolas facilitan el desplazamiento diario desde la localidad al lugar de trabajo, lo cual derivó en el inmediato deterioro de estas construcciones, pues requieren un mantenimiento continuo, a no ser que se empleen técnicas más modernas para asegurar su conservación. De los centenares de silos campestres ya solo quedan unas pocas decenas, la mayoría de ellos en ruinas. Únicamente algunos de estos últimos han sido recuperados para el ocio y el turismo, pues permiten la visualización de aves.

La importancia histórica y etnográfica de estas estructuras es sobrada justificación para adoptar medidas para frenar su deterioro y ponerlas en valor, como ya han solicitado instituciones como la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

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Situación

Motivos de inclusión y retirada

Motivos de inclusión:

29 noviembre, 2023

En los últimos años, una plaga de conejos ha tornado la tradicional indiferencia, hacia la ruina de los silos campestres, en una drástica espiral destructiva para combatir así un importante refugio de este animal. La gran mayoría se encuentran en proceso de hundimiento.

Noticias y/o bibliografía

2023

«Tierras de nuestras madres»: La Mancha resiste. Condé Nast Traveler, 21 de julio.

2022

Los más de mil silos que albergó Villacañas, unas construcciones únicas que comenzaron a desaparecer tras la Guerra Civil. Toledodiario.es, 20 de junio.

2017

Piden protección para los silos rurales de Villacañas. ABC Toledo, 22 de noviembre.

Enlaces

Silos de la Atalaya. Ruta Arqueológica. Los orígenes de Villacañas.

Museo Municipal del Silo. Ayto. de Villacañas.

Bibliografía

Escudero, M. A. (1985), «El Silo: un estudio socio-etnológico», Bibliotelo, n.º7, pp. 39-43.

García Martín, F. (2019) Los Silos de Villacañas. Toledo: Los Libros del Rinoceronte.

García Martín, F. (1985) «Los Silos de Villacañas, un mundo aparte», Actas del III Jornadas de Etnología de Castilla La Mancha. Guadalajara: Servicio de Publicaciones de la JCC-LM

Plan de Ordenación Municipal. Vol. V: Catálogo de Bienes Protegidos. Ayto. de Villacañas. Toledo.


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