La ocupación humana en los Valles de Otíñar arranca, en lo que conocemos, desde el Neolítico, cuya impronta temporal se extiende por el paisaje en espacios construidos (necrópolis dolménica, poblado neolítico amurallado, fortaleza islámica, villa medieval cristiana con su castillo, aldea de colonización decimonónica, etc.), en ámbitos de explotación diversa (vegas agrícolas, recintos ganaderos, canteras de sílex, etc.) y en lugares marcados simbólicamente (estaciones rupestres con pictogramas y petroglifos o el vítor de Carlos III), todo ello enmarcado en un notable espacio natural señalado por este complejo paisaje cultural construido por la superposición de ocupaciones diversas a lo largo de 6.000 años.
La comunidad de la Edad del Cobre se asentó en el Cerro Veleta, con una gran visibilidad y dominio del paso. La Neolítica estuvo en una cueva, la de los Corzos, enriscada en las alturas de uno de los barrancos más recónditos de la sierra. El sitio romano estuvo situado en la misma vega, sin pretexto aparente por la defensa pero con un marcado control del cauce fluvial. La Otíñar medieval se ubicó en un cerro bien defendido con control directo sobre la vía de paso -camino viejo a Granada- y las vegas. En conjunto tiene un dolmen, pinturas rupestres en varias oquedades, cuevas y abrigos, petroglifos y un castillo medieval, de mediados del siglo XII.
BIC
En ruina progresiva (castillo y dolmen), desaparición de pinturas rupestres, etc.
Degradación progresiva y riesgo de desaparición .
2019
Hallan nuevas pinturas rupestres en Otíñar, La ContradeJaén con otra mirada, 14 de agosto